Lluvias, predicciones estacionales y otras reflexiones

El pasado mes de marzo nos dejó registros históricos de precipitación mensual acumulada en partes de la Península Ibérica. La zona centro, y Madrid en particular, fue una de esas áreas donde el de 2025 fue el mes de marzo más lluvioso desde que se tienen registros (registros desde 1920 en el caso de la estación de Madrid-Retiro). Fue un mes muy lluvioso tanto por la cantidad de precipitación acumulada, como por el número de días de lluvia (20 de 31 en el caso de Madrid). 

Este hecho junto a que en diciembre de 2024, AEMET anunciara en su rueda de prensa estacional que el invierno sería cálido y seco reabrió el debate sobre la fiabilidad de las predicciones estacionales. Para quién no esté familiarizado con el concepto, las predicciones estacionales son predicciones del tiempo  a largo plazo (hasta unos 6-9 meses de antelación). Este tipo de predicciones son posibles gracias a las teleconexiones existentes en el sistema climático. Por ejemplo: las anomalías de temperatura del océano en una región del pacífico (el fenómeno El Niño) están conectadas con la cantidad de precipitación que caerá en regiones tan alejadas del planeta como Australia o el Océano Índico. Las predicciones estacionales usan esta información para predecir el tiempo que hará en todo el globo en los meses futuros. Pero todavía nuestro conocimiento sobre estos fenómenos de teleconexión es muy escaso, por lo que los modelos de predicción estacional no son especialmente robustos a día de hoy. Un perfecto ejemplo de esto lo encontramos en el mes de marzo. Cuando la AEMET realizó su rueda de prensa estacional, el modelo estacional SEAS5 del Centro Europeo de Predicción a Medio Plazo (ECMWF, por sus siglas en inglés) preveía un mes de marzo más anticiclónico de lo normal en gran parte de Europa. Sin embargo, dos meses después este mismo modelo sí anunciaba ya que el mes de marzo sería más borrascoso de lo habitual en España.

 En diciembre (mapa de la izquierda) el modelo estacional SEAS5 preveía presiones por encima de lo normal para el mes de marzo de 2025 en gran parte de Europa. Sin embargo, el mismo modelo en febrero (derecha) sí preveía un mes de marzo más borrascoso de lo habitual en el sur y centro de España.

Esto abre un debate: Si todavía no tenemos los conocimientos suficientes para realizar predicciones estacionales con un grado de fiabilidad lo suficientemente elevado para avisar a la población, ¿qué sentido tiene hacer públicas estas predicciones? Yo soy de la opinión de que no tiene sentido. Más información no significa más progreso, y en estos tiempos en lo que parece que todo debe ser de libre acceso, la información de media-baja calidad o fiabilidad (en esta categoría entrarían las predicciones estacionales) y la desinformación no hacen sino más difícil alcanzar el "conocimiento verdadero" sobre un tema.

 Como comentaba al inicio de la entrada, el mes de marzo fue muy lluvioso en Madrid y los meses anteriores no fueron más secos de lo habitual. De ahí, que el Manzanares pareciera un río hecho y derecho durante muchas semanas, y no un "arroyo aprendiz de río" como declaraba Quevedo en uno de sus poemas.

Durante el mes de marzo, el río Manzanares se desbordó en diversos puntos y ocasiones provocando el corte de carreteras y la suspensión, de manera preventiva, de clases en varias universidades de la Comunidad de Madrid.


 Y donde hay agua, suele haber vida. Con la llegada progresiva del sol en el mes de abril, y más definitiva en estos primeros días de mayo, los parques y zonas verdes de Madrid han experimentado una explosión de color que ha venido acompañada del sonido orquestal de las numerosas especies de aves que aprovechan la seguridad que les da el agradable tiempo primaveral para iniciar una nueva época de reproducción.

Los árboles, como estos cerca del parque Tierno Galván en Madrid, son una fuente importante de sombra y humedad, además de alimento y refugio para los animales.

Durante las últimas semanas, los barrios y jardines de Madrid se han llenado de mirlos buscando alimento entre las húmedas tierras llenas de lombrices y otros invertebrados; urracas protegiendo ferozmente el territorio que han elegido para construir sus nidos; carboneros, herrerillos y otras muchas especies más, que se han unido a otras más reconocibles durante todo el año como los gorriones, tórtolas y palomas. Todas las fotografías de esta entrada las he ido tomando en las últimas semanas, coincidiendo con un importante incremento de la actividad de la fauna y flora del entorno.

Las urracas usan pequeñas ramas, raíces y otros materiales para construir sus nidos; que después refuerzan con barro.

Son aves especialmente adaptables a su entorno, por lo que se alimentan de prácticamente cualquier cosa: desde frutos hasta pequeños invertebrados y otras aves pequeñas.

Otro aspecto muy importante de las lluvias es que no solo aportan humedad al suelo, sino que además aportan nutrientes al mismo y depositan en él los contaminantes presentes en la atmósfera. Un aire limpio facilita la mayor proliferación de pequeños insectos, ya que la contaminación atmosférica afecta al ciclo reproductor de los insectos y a su esperanza de vida. Esto significa mayor alimento disponible para las aves, lo que asegura su supervivencia y la de su descendencia. Pero además de estos dos, hay muchos más factores que afectan a la biodiversidad. Podemos mencionar, por ejemplo, los cambios en el uso del suelo (un factor también estrechamente relacionado con el cambio climático, mediante los cambios en los flujos de energía y humedad entre superficie y atmósfera inducidos al cambiar el tipo y uso del suelo). Cuando en un área se talan árboles y arbustos o se eliminan zonas verdes, se eliminan hábitats y fuentes de alimento para las aves, que se ven desplazadas y obligadas a competir por un territorio con lo que antes eran sus vecinos, lo que termina menguando la población local de aves. Si esto ocurre a nivel global, no solo la población local se ve afectada. Lo contrario también ocurre, que se creen zonas verdes dentro de zonas urbanizadas, lo cual ayudaría a aumentar la biodiversidad, pero este paso ha sido mucho menos común en la historia reciente.
 
Este ejemplar macho de ánade real también ansiaba poder tomar el sol.

Volviendo al presente, marzo y abril de 2025 no solo fueron propicios para la observación de aves por la meteorología, sino por su calidad del aire en Madrid que fue mejor de lo habitual. La tendencia de la calidad del aire en Madrid en los últimos años ha sido favorable (¡en algunos contaminantes!, otros como el ozono no solo no mejoran sino que van a peor año a año. Este es uno de los retos pendientes en calidad del aire), siguiendo la tónica de la gran mayoría de ciudades de la Unión Europea (ya que esta es la responsable última de las políticas medioambientales en los países miembros). En abril de 2025, la ciudad registró su menor nivel mensual promedio de NO2 de la serie (exceptuando el mes de abril de 2020, con la particularidad del confinamiento). El NO2 es un contaminante con importantes efectos negativos en la salud humana y sobre el medio ambiente. El O3 es un gas que, en exceso, afecta a la productividad de las cosechas. En España se estima una pérdida anual del 6% de las cosechas debido a una exposición excesiva al O3.

Las concentraciones de muchos contaminantes han ido disminuyendo a lo largo de los años en el territorio europeo. Sin embargo, el ozono es una excepción y uno de los retos pendientes en calidad del aire.

Las buenas políticas medioambientales y la mayor concienciación social de las últimas décadas sin duda están dando sus frutos. Esto es lo que nos dicen los datos, y aquellos que nos pasamos nuestros ratos libres mirando al cielo también lo notamos en el ambiente (hace ya casi 9 años del último gran episodio de contaminación del aire en Madrid). Pero esta mejoría no es algo que debamos dar por sentado. Existe una creciente ola de animadversión hacia toda una comunidad de personas que ha sido responsable de grandes avances medioambientales, justificada en una supuesta politización del cambio climático. Más allá de teorías de la conspiración, lo que sí existe es una sociedad con tendencia al sensacionalismo y el simplismo y con poco interés por el conocimiento, que en ocasiones se ha visto reflejado en trabajos científicos. Pero también caen en el simplismo aquellos que saltan como resortes del sofá al oír el término "cambio climático", sin distinguir un trabajo riguroso de uno sensacionalista. Y en esta guerra de simples, todos salimos perdiendo.

Una pareja de ánades reales aterrizando en el Río Manzanares

 

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